El ejercicio tiene un poderoso efecto sobre nuestro sistema inmunológico, pero no es cierto que cuanto más ejercicio realicemos, más efectivo será a la hora de combatir enfermedades. De hecho, hacer ejercicio en exceso es tan malo como no hacer nada, en lo que respecta a la nuestro sistema inmune.
Desde la expansión del coronavirus por todo el mundo, los ejercicios para fortalecer el sistema inmune se ha vuelto tendencia. Ciudadanos de todas las partes del globo terráqueo se han visto convulsionados por el terror que ha producido la expansión de la pandemia. Y con ello, ha crecido bestialmente la necesidad de los habitantes por encontrar diferentes métodos para frenar al coronavirus.
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El secreto está en encontrar una rutina de ejercicios que se adapte a nosotros
El riesgo de contraer un resfriado o gripe o desarrollar una infección disminuye si hacemos ejercicio de la manera correcta. Pero si hace ejercicio por un período de tiempo demasiado largo, este riesgo aumenta de nuevo. De hecho, éste se dispara más alto que si no hiciera nada.
En un estudio, los investigadores dividieron a una muestra de ratones en dos grupos. Un grupo, descansaba en sus jaulas. El otro corrió en pequeñas cintas de correr hasta que se agotaron. Después de tres días, todos los ratones fueron expuestos al virus de la gripe. Los ratones que corrieron hasta estar exhaustos contrajeron la gripe con más frecuencia y tuvieron síntomas peores que los ratones sedentarios.
Pero, ¿cómo afecta esto a las diversas metodologías de entrenamiento? A continuación, voy a proceder a explicar cómo nos afecta la actividad cardiovascular y el ejercicio de alta intensidad a nuestro sistema inmune. Y, si este tipo de actividad, nos ayuda a mejorar o a empeorar nuestra salud.
La verdad sobre cuánto debería durar su entrenamiento aeróbico
La Organización Mundial de la Salud recomienda realizar hasta 300 minutos por semana de entrenamiento aeróbico para la mayoría de los adultos. Eso equivale a casi 45 minutos todos los días. En pocas palabras, ese es un consejo terrible, ya que todo dependerá del tipo de sujeto, sus condiciones y necesidades siendo poco coherente tal recomendación.
Además, realizar largas sesiones de entrenamiento cardiovascular puede contribuir justamente a conseguir el efecto contrario, porque el fortalecimiento de nuestro sistema cardiorespiratorio contribuirá a que nuestro cuerpo sea más resilente a enfermedades de todo tipo.
El entrenamiento de alta intensidad puede suprimir nuestro sistema inmune
El problema es que, los entrenamientos intensos y prolongados, suprimen la respuesta inmune del cuerpo durante un período de tiempo justo después de que termine de hacer ejercicio. Y cuanto más larga e intensa sea nuestra rutina de entrenamiento, más tiempo estará inactivo nuestro sistema inmunológico. Y eso significa que tserá más fácil enfermar.
La razón de esto es simple: nuestro cuerpo interpreta largos períodos de ejercicio como estrés.
Este tipo de entrenamiento eleva los niveles de noradrenalina y cortisol. Estas hormonas del estrés tienden a suprimir el sistema inmunitario. Causan que disminuya la cantidad de células inmunes (incluidas las células blancas de la sangre) durante y después del entrenamiento.
No obstante, a largo plazo, será mejor para nuestro cuerpo haber entrenado de esta forma que habernos mantenido sedentarios. Es decir, el problema del entrenamiento de alta intensidad es justamente después de acabar la rutina pero, a largo plazo, los resultados serán positivos para el fortalecimiento de nuestro sistema inmune.
Pero…
No obstante, algunas investigaciones insinuaron que un solo entrenamiento extenuante podría disminuir temporalmente nuestras respuestas inmunes poco después, lo que nos pone en mayor riesgo de una infección oportunista después del entrenamiento.
Esta posibilidad se conocía como la teoría de la ventana abierta y se basaba en experimentos en animales y personas que mostraban que las células inmunes inundaron nuestro torrente sanguíneo inmediatamente después de un entrenamiento duro y luego desaparecieron abruptamente, probablemente muriendo como resultado del estrés del ejercicio. Esta desaparición pareció dejarnos con niveles más bajos de células que reconocen y luchan contra intrusos patógenos, ofreciendo a los gérmenes una ventana abierta para las incursiones.
Pero, una vez más, los experimentos posteriores y sofisticados ofrecieron una explicación diferente. En notables experimentos con roedores, los científicos marcaron algunas de sus células inmunes con un colorante fosforescente y las hicieron fatigarse a través del ejercicio.
Posteriormente, los científicos notaron que los niveles de células brillantes en su torrente sanguíneo aumentaron y luego cayeron en picado, como se esperaba. Pero también descubrieron que pocas de esas células habían muerto; en cambio, habían viajado a los pulmones, intestinos y otras partes de sus cuerpos potencialmente más vulnerables a las invasiones de gérmenes durante el ejercicio. Después de algunas horas, la mayoría de las células regresaron al torrente sanguíneo, estabilizando los niveles de células inmunes por nuestro cuerpo.
Del mismo modo, en este estudio, los ratones en forma, entrenados para hacer ejercicio, que fueron inyectados con gérmenes inmediatamente después de una carrera extenuante combatieron la infección mejor que los animales sedentarios, en gran parte, mostraron análisis moleculares adicionales, porque sus células inmunes se centraron en y se agruparon alrededor de los patógenos, mientras que esas mismas células se dispersaron más difusamente en los tejidos de los animales inactivos.
En resumen, a pesar de que el ejercicio intenso pueda dañar temporalmente nuestro sistema inmune, a larga será una gran inversión para mantener a nuestro cuerpo alerta ante cualquier potencial amenaza vírica.