El efecto rebote, como muchos ya saben, es uno de los efectos más devastadores que suelen provocar dietas mal estructuradas, a consecuencia de un inadecuado equilibrio alimenticio. La falta de información, y las prisas, suelen ser las causantes del efecto rebote.
No es baladí que siempre os advirtamos antes de empezar una dieta milagro, ya que si no somos capaces de hacer una readaptación a hábitos alimenticios sanos, vamos a volver a recuperar los kilos perdidos, habiendo perdido masa muscular por el camino.
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Como he explicado en otros artículos, las dietas bajas en calorías y en grasa están condenadas al fracaso: cuando la ingesta de alimentos se reduce el cuerpo reacciona bajando su gasto de energía (metabolismo) y tan pronto como el consumo de calorías se incrementa hasta alcanzar valores normales, recuperamos el peso perdido (sino más). Por tanto, el éxito radica en tratar de llevar tipos de dietas sin efecto rebote.
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Las dietas bajas en calorías y en grasa, están condenados al fracaso: cuando la ingesta de alimentos se reduce el cuerpo reacciona mediante la reducción de nuestro gasto de energía (metabolismo) y tan pronto como el consumo de calorías se incrementa hasta alcanzar valores normales, recuperamos el peso perdido (o más).
Por lo tanto, en la raíz de cómo evitar el efecto rebote, subyace un problema previo, que es estructurar adecuadamente un modelo nutricional válido con el que podamos adelgazar.
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