Cuando empezamos a adelgazar, nos volvemos locos y empezamos a cometer auténticas locuras con tal de ver resultados de forma inmediata. Una de las primeras medidas que empezamos a adoptar, es saltarnos algunas comidas y empezar a recortar calorías absurdamente. Pero lo que no sabemos, es que ninguna de estas cosas nos repercute adecuadamente a la hora de conseguir resultados.
Desayunar por la mañana es crítico. El desayuno es una de las mejores maneras de activar el metabolismo, ya que nuestro cuerpo al llevar toda la noche sin tener ningún tipo de actividad necesita un revulsivo que lo ponga operativo de nuevo. El desayuno es una manera muy sencilla de conseguir ponerlo en marcha, siendo peor el remedio que la enfermedad (como se suele decir) cuando nos saltamos el desayuno. Acelerar el metabolismo nos va permitir quemar un número mayor de calorías lo que también se traduce en quemar más grasas.
Pero no todo vale a la hora de desayunar. Es fundamental que le demos a nuestro cuerpo un aporte nutricional de calidad, a raíz de alimentos sanos que apenas nos proporcionen un aporte graso. Lo principal, es que nos den nutrientes que sean capaces de hacer frente al día que nos espera, pero sin que nuestro cuerpo reciba nutrientes de mala calidad nutricional como grasas saturadas.
Un desayuno equilibrado, como hemos dicho, nos va a permitir a poner a punto nuestro organismo activo gracias a la activación metabólica. Pero no sólo eso, sino que también va a mitigar la sensación de hambre a lo largo del día ya que el cuerpo tendrá nutrientes y cuando comience a despertar nuestro cuerpo, no se «despertará» con unas ansias voraces de consumir lo primero que vea. Ésto, como ya muchos habéis experimentado, es potencialmente muy peligroso ya que nuestro cuerpo opta por alimentos ricos en azúcares pues son energía instantánea que le ayudará a aplacar su apetito.
